Algunos de los clientes que he atendido, me comentan que se motivaron a acudir a terapia porque entre sus conocidos, alguien ya lo había hecho, personas que tuvieron el valor y la confianza de contar lo que les había pasado y sin saber promovieron el cuidado de la salud mental en otros. Esto demuestra la influencia que tiene hablar de lo que nos ocurre, apoyarnos en nuestros seres cercanos, y desestigmatizar los padecimientos y el cuidado de la salud mental.
El ejemplo del que hablaré a continuación, es ficticio e integra características de diferentes situaciones que he atendido en consulta.
Andrea, una joven de 26 años, se conecta a sesión, puntual y con actitud de trabajar en la consulta. Comenta que últimamente, a mitad de la noche se ha estado despertando “de la nada”, se pone a ver el celular, ve que todos sus contactos parecen estar más felices que ella y mejor se pone a ver vídeos hasta que se queda dormida. Debido al desvelo, se levanta hasta las 10 am, y su rutina ha consistido en revisar los portales de empleo, desayunar, hacer algo de limpieza en casa, y hacer la comida para comer en compañía de su novia cuando llega del trabajo y con quien vive desde hace seis meses. Es la segunda vez que Andrea se encuentra desempleada en menos de un año. Hasta aquí no había más molestia, sin embargo, durante el fin de semana, previo a la consulta conmigo, describe que estando en un restaurante con sus amigos, de repente se sintió horrible, pues su corazón comenzó a latir aceleradamente, sintió sudor en sus manos y que se le dificultó respirar adecuadamente, como si tuviera una presión en el pecho. Continúo contando que no quiso alarmar a nadie y que fue al baño a mojarse un poco el rostro y el cuello, trató de hacer ejercicios de respiración y llamó a su mejor amiga para pedirle ayuda, hasta que logró calmarse.
Andrea, también me comentó que en una ocasión, hace más de un año, dicha amiga le había platicado que tuvo problemas de ansiedad y que había estado en tratamiento tanto psiquiátrico como psicológico, por lo que Andrea se sintió en confianza de comenzar un proceso de psicoterapia, pues desde que terminó contrato con la empresa, no ha vuelto a tener entrevistas de trabajo, lo que la ha hecho sentir estrés, dolores de cabeza, e incluso se ha aislado poco a poco de sus amistades y familia “para no dar lástima ni preocuparlos” porque no tiene dinero. El ataque de pánico que tuvo en el restaurante fue la gota que derramó el vaso, pues a su vez, se asustó porque nunca le había pasado algo así.
Escuchar que un cliente acude a terapia porque tuvo el apoyo de sus seres queridos es un poco más frecuente, sin embargo, aún hay mucho camino por recorrer. Las familias, principalmente y por lo general, son el primer contacto que tenemos para pedir ayuda, la confianza entre la familia es vital para que la persona que tiene el padecimiento pueda acudir a la atención especializada, de ser necesario. Por otro lado, tenemos a las amistades y/o pareja, o incluso en la escuela o en el trabajo, cada vez más se cuenta con apoyo psicológico.
Quizás siempre va a haber alguien que siga expresando que “no cree en la psicología”, “que lo que te pasa no es para tanto”, que haga de menos tu malestar o tu intención de acudir a psicoterapia. Pero recuerda que de igual manera habrá gente que va a estar dispuesta a escucharte, a entenderte, que quizás ya ha pasado por algo como tú y te podrá dar la mano de alguna manera. Es por eso que continuar con el estigma evita que normalicemos que ante un padecimiento mental o emocional, accedamos al apoyo necesario. Hablar de salud mental puede ser una luz en el camino de una persona que necesite ayuda.